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Luis Cardeña Gálvez
4/01/2021
TEMPORADA 1949/50: TOLEDO 2 - LAS PALMAS 5.
 
 

TEMPORADA 1949/50: TOLEDO 2 - LAS PALMAS 5


El equipo canario se impuso a un Toledo totalmente desconocido (2-5)

Por velocidad, entusiasmo, marcaje y fondo se adjudicaron una merecida victoria

Crónica realizada por Antonio de Ancos, publicada en el diario “El Alcázar” el 22 de mayo de 1950



El Toledo perdió ayer su primer partido en el campo de Palomarejos después de dos temporadas seguidas de no haber sufrido la derrota en su propia casa. Dos años en que los aficionados habrán podido salir más o menso contentos por la manera de funcionar el equipo o con el pequeño disgusto de algún raro empate, pero nunca con el amargor de una derrota tan aplastante y categórica como la que ayer sufrió nuestro equipo.

Y lo triste es que esta desgracia vino precisamente en el momento crítico en que una nueva afición está en embrión y cuando de los pueblos arrancaba una gran masa de aficionados que ayer hubo de sentir un fuerte golpe en su entusiasmo y en su reciente fervor. Por ellos y para ellos hubiéramos querido la victoria de nuestro equipo en la tarde de ayer.

Pero quizá sea conveniente que ellos también aprendan a saber perder y que una de las cosas que no se puede tener nunca en el fútbol es una confianza ilimitada o un excesivo optimismo. Los partidos se ganan y se pierden por suerte o por desgracia, pero, generalmente, porque uno de los equipos juega más que el otro o, sencillamente, porque uno juega mucho y el otro nada.

Que fue, precisamente, lo que ayer ocurrió en Palomarejos: la UD Las Palmas jugó mucho, y el Toledo absolutamente nada. Y por consecuencia lógica, vino esa irremediable derrota, desconocida en Toledo al cabo de dos años de jornadas triunfales.

Las causas de la derrota

No vamos a ser tan infantiles como para no reconocer los méritos del vencedor. Dejamos sentado de antemano que en el fútbol hay este axioma incontrovertible: “Cuando un equipo juega poco es porque el otro juega mucho”. No obstante, para nosotros, el secreto de la derrota está en que el Toledo puso tanto para merecerla como el equipo canario por conquistar la victoria.

El Toledo salió derrotado, no en los dos goles de ventaja del primer tiempo, ni siquiera en la injusticia del penalti, no señalado, dos minutos antes de finalizar la primera parte, sino desde el primer momento del encuentro, en su nerviosismo, por una lado, y la desgana, por otro, de algunos de sus básicos elementos, puso de manifiesto la inferioridad técnica y física de nuestro conjunto, frente a otro que venía dispuesto a darlo todo por consolidar el prestigio de una región que tiene su fútbol característico y busca la valoración y el prestigio de su nombre como única salvación de sus propios intereses.

Aparte de esta razón, que pudiéramos llamar patriótica e interesada a la vez, hubo otras de carácter técnico que pudieron ser apreciadas por todos y que determinaron de una manera efectiva el resultado del encuentro como algo irremediable e inevitable. Fueron éstas la velocidad, el entusiasmo, el marcaje y el fondo de que supieron hacer gala, en todo momento, todos y cada uno de los jugadores visitantes.

Mientras el Toledo se batía en individualidades, sin ligazón, sin conjunto, con grandes lagunas entre sus líneas, los canarios supieron trenzar el engranaje del equipo y sostenerse con maravillosa serenidad aun después de verse empatados a dos tantos nada más comenzar la segunda parte.

Reconocido esto, se puede afirmar que Ávila no tuvo una lucida intervención bajo los palos, y que por lo menos dos tantos no debieron entrar nunca, pero los goles venían marcados desde las mismas líneas de retaguardia del enemigo, en las que faltó el ataque de nuestras propias fuerzas. Los cinco goles son, ni más ni menos, que el reflejo de la pobre actuación de todo el conjunto, frente a un equipo que puso, además de juego, entusiasmo y corazón en la pelea.

El fallo de los interiores

Concretando más las causas que influyeron en la derrota, hay que señalar el fallo de los dos interiores. Siempre han sido dos piezas fundamentales en el Toledo, lo son mucho más porque ellos son los que dan la tónica del juego de la línea de ataque, la más firme y peligrosa de nuestro equipo. Ayer, ni a Luengo ni Sanz los vimos por ninguna parte. Al primero, mejor dicho, tan sólo cuando, con la pelota adelantada a dos metros de la puerta, fue zancadilleado, sin que el árbitro concediese penalti, sin ni siquiera echar el ‘teatro’ de que fueron también maestros algunos de los jugadores canarios. Y al segundo, únicamente en la factura de los dos tantos, el primero de los cuales tuvo el mérito de ser un cañonazo desde muy fuera del área, que entró como una bala por la misma escuadra de la portería d Montes.

Por lo demás, allí no hubo orden ni concierto. Resulta imposible engarzar las líneas sin que los interiores respondan a su doble misión, máxime si ni siquiera cumplen con la de atacar. Y ayer, Luengo y Sanz salieron con la mecha apagada de tal manera que ni siquiera tuvieron dos o tres chispazos geniales que sirvieran para neutralizar la eficaz labor de conjunto del adversario.

El fallo de los interiores llevó consigo el de los medios volantes. Tuvieron éstos voluntad de titanes, pero era imposible contener el avance adversario y atender al propio tiempo a una labor ofensiva sin recibir la ayuda de quienes debían establecer contacto con ellos. Así era imposible mandar una pelota a ras de suelo, pasar con precisión y tejer una combinación. Los interiores estaban entre la defensa contraria y allí había que mandar la pelota como fuese, a volea limpia, con clara ventaja para la fuerte defensa canaria, que despejaba sin agobio todas las situaciones.

El Toledo fue ayer barco sin rumbo, nave sin timón, o si lo quieren con toda exactitud, un equipo muerto apenas salió de la caseta.

El equipo canario

Frente a esta sombra del Toledo, el equipo de la UD Las Palmas aumentó las tonalidades de luz de su juego, de su entusiasmo, de su velocidad y de su fondo físico, adjudicándose una victoria que nunca les regatearemos, pero que, como ellos saben muy bien, en otras circunstancias no lograrían tan fácilmente.

El equipo canario juega mucho, pero sin olvidar que también pudo lucir más porque el adversario no jugó nada. De la misma manera que en el Toledo quedaron de manifiesto fallos garrafales y defectos tan capitales como para merecer por sí solos la derrota, así en el conjunto canario se exhibieron esas virtudes que son la base y fundamento para el mejor rendimiento de un equipo y para conseguir la victoria.

Las Palmas lució en todo aquello que el Toledo presentaba mayores sombras, como ya hemos dicho antes. Singularmente en una cabal idea de lo que es el marcaje hombre por hombre y línea por línea, en una preparación física tan completa, que les permitió imponer siempre la tónica del encuentro y terminarla sin denotar esfuerzo. Echaron, además, sus jugadores más entusiasmo y coraje, y supieron mantener y conjuntar la rapidez con el sentido de la anticipación. Quizá por eso pudieron parecer, a veces, más broncos y más duros que los nuestros, pero sin violencia gratuita, aun cuando luego, en el momento de recibir, supieran abusar un poquitín de ‘cuento’.

Ello no va a restar ningún mérito a su limpia victoria. Jugó más que el Toledo de cabo a rabo del partido, y en la segunda parte dio tal sensación de superioridad, que hubo momentos en que temimos por ver aumentada su ventaja en otro par de goles.

Como nos habían anunciado, Montes, Manolín, Juanono y Tacoronte fueron sus mejores elementos, pero la verdad es que todos los jugadores hicieron un gran encuentro y que todos contribuyeron a tan merecida victoria.

Los equipos, goles y arbitraje

A las órdenes del señor La Riva, los equipos presentaron las siguientes alineaciones:

UD Las Palmas: Montes (Domingo); Castañares, Juanono, Yayo; Tatono, Viera; Padrón, Manolín, Tacoronte, Peña y Cedres.

CD Toledo: Ávila; Campos, Zori, Sanz; Larrubia, Rubichi; Florencio, Sanz, Saurer, Luengo y Yonete.

La salida de los jugadores fue acogida con una clamorosa ovación. Hay entrega de banderines, y el encuentro comienza a las cinco y media en punto. Primera arrancada del Toledo y, seguidamente, un par de saques de esquina contra los canarios, sin consecuencias. A los ocho minutos, un fallo de la defensa da ocasión para que Manolín marque el primer tanto. Reacciona el Toledo y hay un avance, en el que Montes tiene que salir a despejar, se produce un lío ante su puerta y el balón pasa por delante de los jugadores locales, sin que acierten en el remate. Montes se lanza para evitar el disparo y se da contra el poste, por lo que tiene que ser retirado. El Toledo domina algo, pero sin ligazón y sin consistencia. Todo lo que consigue es tirar tres saques de esquina más contra la puerta defendida ahora por Domingo. Hay una arrancada de los canarios que termina en corner; lo saca Padrón, y después de un pequeño barullo ante la puerta de Ávila, Cedres marca de forma imparable el segundo tanto.

Van treinta y dos minutos de juego, Las Palmas no cierra sus líneas, y el Toledo logra ligar una jugada. Yonete pasa a Sanz, y éste empalma un cañonazo, que es el primer tanto para nuestro equipo. Seguidamente hay una jugada de Luengo que, solo ante el portero, es zancadilleado en el preciso momento de tirar. Hay un jaleo ante la puerta canaria, y el árbitro señala falta, pero contra el Toledo. El público chilla y se agria un poco la situación.

Tres el descanso, marca primero el Toledo, que consigue el empate por mediación de Sanz, al rematar de cabeza un corner sacado por Florencio. A los veinticuatro minutos, Las Palmas marca el tercer tanto, un gol bonito porque sí. Peña arranca con el balón desde la media, llega cerca de la puerta y tira, el balón se estrella en el larguero, y Tacoronte, en espectacular plancha, lo clava de cabeza en la red. El cuarto llega bien pronto, una escapada de Cedres la remata con un tiro colocado, que Ávila no logra detener. Y el quinto, no hay quinto malo, es obra de Manolín, de un tiro con la izquierda que entra rozando el larguero.

El arbitraje del señor La Riva, meticuloso. Tuvo el fallo imperdonable de no señalar el penalti clarísimo hecho a Luengo al finalizar la primera parte. Por lo demás, bien.


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